Hoy salí a la calle, entré a una biblioteca a leer en silencio.
Creo que en ese santuario de libros está un poco obsoleto, como el conocimiento que atesoro sobre lo que creo saber.
Llega el tiempo de acabar con la intranquilidad y los apegos, la enfermiza concepción del YO y sus pesares.
Pasé frente a un lugar donde dicen que vive dios, una majestuosa residencia neoclásica. No había rastro de ningún dios ahí, tan solo un silencio solemne, muerto.
Las cenizas incómodas de este instante, las trataremos como en el libro aquél: la mitad se arrojarán al fondo del mar y la otra mitad se echarán a las raíces de una higuera.
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