
Con los años nos desvanecemos, una burbuja que explota al ser tocada, una gota de rocío que se evapora al amanecer. No ha pasado un solo día en el que no piense en ti, cada verano me trae una leve esperanza de que quizá tú también me recuerdas. El tiempo ha levantado entre nosotros una muralla de bronce y lodo, no existe una trompeta tan potente que pueda derrumbarla.
En momentos pienso que quizá sea buena idea estar de nuevo a tu lado, pero al instante renuncio a la idea, no recuerdo si el tiempo y el espacio que compartimos fue un millón de años o tan solo un segundo, lo que si tengo muy claro es que tú eres un recuerdo para verse en pasado, una imagen mental, una rosa que se marchita lentamente.
Deberé entonces guardar en mi memoria tu perfume, intentar recrearlo, dejar que el tiempo y mi voluntad me lleven de nuevo a ese bosque, aunque tu ya no estés ahí.
He dejado de buscarte, es imposible saberlo todo, con disolver la ignorancia es suficiente, ese tiempo nuestro, en cierto modo sigue transcurriendo, pero ya no podemos alcanzarlo ni vivirlo, lo más grande es idéntico a lo más pequeño, lo más íntegro a lo más inmundo.
Deberé entonces guardar en mi memoria tu perfume, intentar recrearlo, dejar que el tiempo y mi voluntad me lleven de nuevo a ese bosque, aunque tu ya no estés ahí.
He dejado de buscarte, es imposible saberlo todo, con disolver la ignorancia es suficiente, ese tiempo nuestro, en cierto modo sigue transcurriendo, pero ya no podemos alcanzarlo ni vivirlo, lo más grande es idéntico a lo más pequeño, lo más íntegro a lo más inmundo.
¿Te habré dicho alguna vez que sin importar las circunstancias, fuí yo quien aprendió todo de ti?
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