Ayer la selección mexicana consiguió una notable victoria en el juego contra la selección de Corea, debo confesar que me sentí emocionado. No tanto por la cuestión deportiva pero sí por el espíritu de unión y reconciliación en las calles.
En la ciudad de México coincidieron los festejos mundialistas con la marcha del orgullo LGBT+, es admirable ver como las fronteras entre ellos y nosotros se disuelven. A los gays también les gusta el fútbol, no es algo ajeno. Y aunque a veces las personas heterosexuales no puedan imaginarlo, es muy probable que en su día a día, convivan con una persona no-heterosexual, en su trabajo, en el transporte, o incluso en su propia casa.
Hasta hoy los resultados de la selección nos han mostrado que en realidad el límite siempre estuvo en nosotros mismos, no es esa malvada entidad externa la que nos lleva al fracaso, casi siempre somos nosotros mismos.
Vino a mi memoria un texto que escribí hace 8 años, a propósito del mundial, ahora que lo leo no me enorgullece, sin embargo me gusta que aún exista este blog, ya que leerlo de nuevo me lleva a una reflexión sobre lo que vivía ese entonces vs. mis circunstancias actuales.
felizmente ya no estoy deprimido, y el futuro incierto me apasiona, no como una catástrofe, sino como un misterio.
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