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Hace algunos años, alguien habló sobre los tiempos oscuros:

Coplero a quien inspira el desencanto,

trovador sin futuro y sin amores,

sobre la tumba de mis sueños canto

al colocar mi búcaro de flores.

Nadie puede arrancar esta ausencia.

Devorado por negra pesadumbre
lanzo en vez de sollozos carcajadas;
porque de infame crápula en la lumbre
arrojé mis creencias adoradas.

No estaba listo, pero debí cuestionar lo incuestionable.

A mi gastado corazón de lodo
nada, en fin, es capaz de conmoverlo,
y perezoso, indiferente a todo
no pudo ser feliz, ni quiso serlo*.

Admitir que la gran verdad, podía ser una mentira.

Cuando la pena torturó mi vida,
la cruda pena la insulté yo mismo,
porque soberbio disfracé la herida
con el torpe descaro del cinismo.

Y ellos dirán: caerás en desgracia y creerás,

caí, y nunca creí.

Ilusiones brillantes halagaban
a mi edad juvenil que yo maldigo,
y sediento de gloria me agitaban
sueños de rey en lecho de mendigo.

Y en el templo donde no habita ningún dios, 

pude escuchar tu silencio.

*Antonio Plaza, Las horas negras (fragmento)

vaya, que no es un gran poema, pero le agradecemos profundamente el intento